sábado, 2 de octubre de 2010

El sistema inmunológico (solo para expocisiones)

Muchachos(as), de células del sistema inmunológico aquí les dejo una información sobre este tema que quizás pueda ayudarles un poco a preparar su expocisíón.

El sistema inmune o inmunológico


Este sistema no consta de órganos como tales sino más bien de un conjunto de células especializadas que se encuentran principalmente en la sangre, destacando los glóbulos blancos. El sistema inmunológico tiene una capacidad impresionante para procesar, aprender, memorizar, crear, almacenar y utilizar información. Reconoce moléculas que nunca antes habían estado en el cuerpo. Puede diferenciar entre lo que pertenece al propio cuerpo y lo ajeno, y si se trata de un agente extraño, le declara la guerra.

¿Cómo sabe el sistema inmunológico lo que pertenece al cuerpo y lo que no? Gracias a una molécula proteínica especial, llamada MHC (complejo mayor de histocompatibilidad), que recubre la superficie de casi todas nuestras células y actúa como señal identificadora, es decir, comunica al sistema que la célula es benigna, parte de nosotros y exclusivamente nuestra. De esta forma, el sistema inmunitario reconoce y acepta nuestras propias células, pero ataca a cualquier otra que tenga moléculas diferentes en la superficie, y no hay que olvidar que las células que no son nuestras presentan moléculas diferentes o ajenas entre estos figuran todos los organismos causantes de enfermedades, como los virus, parásitos, hongos y bacterias.

La piel: más que una protección pasiva

La piel constituye la primera línea defensiva contra los invasores. Es más que una cubierta protectora pasiva, pues tiene células que advierten al sistema inmunitario de la presencia de microorganismos invasores. Billones de bacterias benignas viven en la piel, en algunas zonas hasta tres millones por centímetro cuadrado. Algunas producen ácidos grasos que estorban el desarrollo de hongos y bacterias perjudiciales. También forman parte del sistema de protección unas membranas que recubren la cara interna de la piel y que secretan mucosidad que atrapa a los microbios. La saliva, las secreciones nasales y las lágrimas contienen sustancias que matan a los microbios.

Los cilios similares a pelillos situados en las vías que conducen hasta los pulmones empujan la mucosidad y los desperdicios hasta la garganta, desde donde se expulsan al toser o estornudar. Si los invasores llegan hasta el estómago, son eliminados por los ácidos, descompuestos por las enzimas digestivas o bien quedan atrapados en la mucosidad que recubre el estómago y los intestinos, con lo que terminan por ser evacuados junto con otros desperdicios corporales.

Fagocitos y linfocitos

Pero estas son simples escaramuzas comparadas con las batallas que se producen una vez que los organismos externos rompen estas barreras defensivas y penetran en la corriente sanguínea y en los fluidos o tejidos corporales. Han invadido el territorio donde se despliega la artillería del sistema inmunológico, una fuerza compuesta de dos billones de glóbulos blancos.

Los glóbulos blancos se producen en la médula ósea —aproximadamente un millón por segundo— salen de allí, maduran y forman tres divisiones diferentes: los fagocitos, y dos clases de linfocitos, a saber, las células T (hay tres tipos principales: auxiliares, supresoras y asesinas) y las células B.

Aunque el sistema inmunológico tenga una fuerza compuesta de billones de soldados, cada uno puede pelear contra un solo tipo de invasor.

Cada categoría de linfocitos desempeña una función específica en la lucha contra la infección. Las células auxiliares T (uno de los tres tipos principales de células T) son decisivas, pues organizan las diversas reacciones del sistema inmunológico. Accionadas por la presencia de antígenos enemigos, avisan a las tropas del sistema inmunológico mediante señales químicas (proteínas llamadas linfocinas) y aumentan sus filas en millones. Son precisamente las células auxiliares T las escogidas por el virus del sida como blanco de sus ataques. Una vez eliminadas, el sistema inmunológico se vuelve prácticamente inútil, lo que hace que la víctima de sida sea vulnerable a casi todo tipo de enfermedades.

Consideremos ahora la función de los fagocitos apoyada por las células auxiliares T. Su nombre significa “comedores de células”, y podría decirse que son basureros. No son muy escrupulosos, pues devoran cualquier cosa que parezca sospechosa, sean microorganismos extraños, células muertas o cualquier otro tipo de desperdicio.

Existen dos tipos de fagocitos, los neutrófilos y los macrófagos. La médula ósea produce unos cien mil millones de neutrófilos cada día. Viven tan solo unos días, pero cuando hay infecciones su número se multiplica hasta cinco veces. Cada neutrófilo puede capturar y destruir hasta 25 bacterias, y entonces muere, pero hay una afluencia constante de reemplazos. Por otra parte, los macrófagos pueden destruir cien invasores antes de morir. Son más grandes y fuertes, y viven más que los neutrófilos. Solo tienen una acción de respuesta frente a los invasores o a la basura: comerlos. No obstante, sería un error pensar que los macrófagos son solamente unidades de eliminación de basuras, ya que pueden fabricar “hasta 50 tipos de enzimas y agentes antimicrobianos” y funcionar como enlaces de comunicación “no sólo entre las células del sistema inmunológico sino entre células productoras de hormonas, células nerviosas e incluso cerebrales”.

Tropas de defensa en las filas del sistema inmunológico

1. Fagocitos Células que comen. Son de dos clases: neutrófilos y macrófagos. Son basureros que consumen desperdicios inanimados, células muertas y otros tipos de basura, así como grandes cantidades de microbios invasores. Los macrófagos son más grandes, fuertes y resistentes que los neutrófilos, viven más e ingieren más microorganismos. Sin embargo, son mucho más que unidades de eliminación de basura, pues fabrican diferentes tipos de enzimas y agentes antimicrobianos y funcionan como enlaces de comunicación con otras células del sistema inmunológico e incluso con el cerebro.

2. MHC (complejo mayor de histocompatibilidad) Moléculas que recubren las células y las identifican como pertenecientes al cuerpo. En los macrófagos, el MHC despliega una parte de los antígenos de las víctimas que el macrófago ha ingerido, lo que estimula tanto a la célula auxiliar T como al macrófago a multiplicarse prodigiosamente para aumentar su número y combatir la infección.

3. Células T auxiliares Son los jefes de operaciones del sistema inmunológico, que identifican a los enemigos y estimulan la producción de otros guerreros, reclutándolos para que se unan a la batalla contra los invasores. Piden refuerzos entre los macrófagos, otras células T y B y estimulan la producción de células plasmáticas.

4. Linfocinas Proteínas similares a las hormonas, que incluyen las interleucinas y el gamma interferon, y que sirven para que las células inmunológicas se comuniquen entre sí. Activan reacciones vitales en el sistema inmunológico, potenciando su respuesta frente a los gérmenes patógenos.

5. Células asesinas T Destruyen las células en las que parasitan virus y microbios por medio de dispararles proteínas letales, con lo que acribillan sus membranas y hacen que las células se rompan. También eliminan las células que se han vuelto cancerosas.

6. Células B Bajo el estímulo de las células auxiliares T se incrementa el número de células B y algunas se dividen y transforman en células plasmáticas.

7. Células plasmáticas Producen millones de anticuerpos que circulan por todo el cuerpo como si fueran misiles teledirigidos.

8. Anticuerpos Cuando los anticuerpos encuentran antígenos en su camino, sus receptores se pegan a ellos, los agarran, detienen y hacen que se agrupen de manera que se conviertan en bocados apetecibles para los fagocitos. También pueden hacer el trabajo ellos mismos, con la ayuda de los factores de complemento.

9. Proteínas de complemento Una vez que los anticuerpos se han colocado sobre la superficie del microorganismo, las proteínas de complemento fluyen hacia ellas y les inyectan líquido, haciendo que revienten y mueran.

10. Célula supresora T Cuando se ha contenido la infección y el sistema inmunológico ha ganado, las células supresoras T entran en acción y utilizan señales químicas para frenar toda la variedad de respuestas inmunológicas.

11. Células con memoria Las células T y B generan células con memoria que circulan por la sangre y el sistema linfático durante años, incluso durante toda la vida. Si se produce otra invasión por el mismo tipo de organismo que había sido derrotado antes, estas células combaten la nueva invasión y la aplastan con rapidez. De esta forma, el cuerpo se inmuniza frente a ese microorganismo específico. Este es el mecanismo que hace que las vacunas sean efectivas para eliminar enfermedades que constituyeron una plaga años atrás, como el sarampión, la viruela, la fiebre tifoidea, la difteria y otras.

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